Y venía detrás de mí un gran dinosaurio verde persiguiéndome. Destrozaba los muebles de la casa y hacía añicos todo lo que pisaba. Nadie lo veía, solo yo que corría despavorida, con mi piyama rosada, intentando que no me alcanzara. Entonces, cuando estaba apunto de comerme con sus enormes colmillos, yo pegaba tremendo salto y caía debajo de mi cama. Allí donde nadie me podía atacar.
A veces, cuando miro mi vida como un gran escritorio lleno de montañas de decisiones grises aún por tomar, me gusta pensar en aquel lugar, debajo de la cama, donde nunca nada nos podía pasar. Y los adultos pasaban justo al lado, buscándonos, y nosotros nos reíamos de sus zapatos que no tenían ojos y no nos podían ver.
Sería útil aquel lugar para esconderme de las luces amarillas, de los papeles, de algunos amores y quizás de la plata, y de los adultos que a veces dan miedo porque ya nos miran frente a frente, y no con la cabeza baja.
Pero somos gente grande y madura, y no nos escondemos debajo de la cama. Afrontamos con la frente en alto los problemas, le damos la cara a las situaciones serias y nos tomamos la vida gris en nuestras manos.
O al menos eso piensa la otra Verónica, que hoy ha llegado furibunda, a sacarme de los pelos de este cómodo lugar debajo de las tablas de mi cama.

weeweweweweewew
ResponderEliminar+1 para la cama. De niño, la sensación de seguridad me la daban las cobijas. Al menos tú tienes una estructura sólida que te defienda ;)
ResponderEliminarYo no confío en las camas con poco espacio para meterse debajo, aunque ya no lo hago, pero es bueno tener la opción.
ResponderEliminarSi meterse debajo de la cama representa la niñez y mirar al frente representa la adultez, categorías de cada "media Verónica"... significa eso que eres ¡Medio Madura! ¿O Medio inmadura? El caso es que pueden convivir... Ah y cumplí con comentarte ;)
ResponderEliminarFacing it, always facing it, that's the way to get through. Face it
ResponderEliminarCuando empieza la adultez y termina la niñez? alguna vez dejamos de escondernos debajo de esa cama, aunque seamos adultos?
ResponderEliminarEn algo estoy de acuerdo con el alispruz: Si todos los adultos somos medio maduros (porque somos TODOS)es porque tenemos una mitad madura y la otra?...inmadura! jiji.
I have news for you, sweet little girl: some shoes have eyes! ;-)
Pues yo nunca voy a dejar de meterme debajo de la cama. Y tengo muchos sitios (y acciones) parecidos: me acuesto al lado de mi mamá cuando los visito, me voy a rezar a un rincón de nuestro terreno, me pongo los audífonos y escucho Palestrina debajo de las cobijas, salgo a montar en bicicleta 2 horas por la vía al aeropuerto...
ResponderEliminary en esos momentos me siento seguro y feliz, como cuando era niño. ¡Yo espero nunca dejar de ser niño! PrimaVera, ya sabes quien soy, ¿o no?
En este caso estoy de acuerdo con la Verónica de Cemento. Estar debajo de la cama es más seguro, pero seria no vivir nunca. Y posiblemente, si los dinosaurios solo los ves tus, entonces quizás no existan no más que en tu cabeza... Por otro lado... felicidades por el texto, es sencillo y natural, huele a niñez, y lograr esa simplicidad no es fácil en la escritura.
ResponderEliminarHola,
ResponderEliminarComo un adulto que dilató todo lo que pudo su adultez,comprendo muy bien esta sensación... ¡Sobre todo el temor a la plata! Un mal necesario.
Es más fácil esconderse debajo de la cama que estar fuera, pero no siempre tenemos ánimo par quedarnos fuera. Buen texto.
ResponderEliminarSaludos
Anónimo, estoy completamente de acuerdo, supiste captar la esencial de mi entrada!
ResponderEliminarMiguel, sii... las cobijas para esconderse de las figuras que creaba la imaginación en la oscuridad! Un abrazo mi amigo!
Knil, te recomiendo entonces buscarte una cama con mucho espacio por debajo, en serio que si sirve jaja ;)
Elalispruz, exactamente! Hay una parte "madura" y otra bastante inmadura y viven agarradas cual hermanas en preadolescencia jajjaja ;) Te quiero!
Anónimo, I'll face it... but let me be scared for a while :)
Gloria, quizás nos dejamos de esconder debajo de la cama... pero a veces la miramos de reojo, queriendo volver allí. Y si, ya quedó demostrado que hay zapatos con ojos... preocupante!
Anónimo, y nunca dejes de serlo, jamás! y obvio sé quién eres, por Dios jaja ;)
John Franco, quizás tiene más razón de la que imagino... y recibo tus felicitaciones, siempre me hacen feliz! (muy)
Osmar, uy si... el temor a la plata, a vivir por tener con qué vivir, qué absurdo suena en principio! Un justo tenerte por estos lares!
Antorelo, cuando no quedan ánimos, siempre nos esperan las tablas para huir de los dinosarios... me alegra que te gustara :) Un abrazo inmenso!
Yo apretaba los ojos y me metía dentro de mí... Lo sigo haciendo cuando aparecen dinosaurios verdes disfrazados de humanos.
ResponderEliminarBesos
seria tan fácil, incluso tan divertido si tuviéramos ese lugar debajo de la cama para escondernos del mundo real que en ocasiones es tan abrumado, aterrador y...adulto.
ResponderEliminarVero como siempre me encanto tu escrito, pero bueno en ocasiones debajo de la cama nos podríamos perder de cosas muy bonitas, cosas que solo se podrían vivir en el mundo real.
Me imaginé cada una de las partes de tu historia ;) Saludos. Un abrazo. ¡Me llamas cuando vuelvas!
ResponderEliminarMaría, y si que hay dinosaurios verdes disfrazados de humanos caminando por ahí ;) Un abrazo!
ResponderEliminarAna Catalina, yo lo sé, yo lo sé... pero en las palabras puedo dejar guardadido el miedo que todos sentimos de vez en cuando ;) Me alegra que te gustara :)
Mente Pensando, qué alegría que te haya logrado trasmitir imágenes, ya puedo quedar en paz! Cuenta con mis reportes en cuanto vuelva :)
Hola Verónica!
ResponderEliminarLo primero agradecerte tus palabras y no solo ellas sino la distancia que recorrieron hasta llegar a mi.
A veces me quedo pensando en la magia de las palabras, y lo bueno es que pueden prescindir de la tecnología para desplazarse, por ejemplo basta con leer un libro para estar en ese momento en cualquier lugar. O como sucede con tu relato, muy bueno por cierto, que nos lleva en el tiempo a ese escondite mágico donde solía esconderse también un zapato perdido, un balón descolorido, un boli sin tinta o tantas cosas que hallan allí cobijo.
Ambas Verónica dan color a los grises tiempos.
Un abrazo!
Cuando tenía refugios era más feliz.
ResponderEliminarAhora da miedo.
Besos.
Un gran saludo, veo que sigues constante con tus escritos, debe ser que un día escribe media Verónica y el otro día la otra...así todo es más fácil, me alegra mucho. Saludos!
ResponderEliminarCarlos, qué lindo comentario! Me alegra que mis palabras te hayas llevado a volar a esas imágenes de infancia... yo también recuerdo todo lo que se escondía debajo, incluso un par de secretos que no quería que mamá encontrara jaja! Nos estaremos leyendo ;) Un abrazo!
ResponderEliminarToro Salvaje, te recomiendo la parte de abajo de las camas... al principio te sientes idiota, pero luego te comienzas a reir de ti mismo ;)
Jorge Cubides, si, por acá siguen turnándose las dos, intentando sacar escrito por semana... no es fácil! y sería mucho más alentador si la nota del proyecto final de cierta materia de redes hubiera sido más bonita... pero noo! jajaja Un saludo!
Desde que inventaron las camas con canapé se nos acabaron los refugios... y toca ser valientes!
ResponderEliminarYo también me metería debajo de la cama, hay tantos dinosaurios por la vida...
ResponderEliminarSin embargo, cuando era pequeña tenía un miedo horrible a mirar debajo de la cama. (Cosas que pasan...)
Un saludo!
¡Que bonito lo que escribiste! Yo creo que ¡YA ES HORA! Empieza a usar los talentos que Dios te dio para defenderlo de verdad.
ResponderEliminarOiga, qué pasó?... todavía estamos esperando...
ResponderEliminar¿Y qué sería de la vida sin aquellos dinosaurios verdes? seres humanos, situaciones, sentimientos y momentos, disfrazados de grandes y horripilantes dinosaurios que te enfrentan a una realidad y a buscar ese héroe de tus sueños con poderes, capaz de enfrentar y combatir ese enorme dinosaurio.
ResponderEliminarEs lindo ser niño, pues todo el tiempo sueñas e imaginas superhéroes con poderes y princesas con finales felices, situación que se transforma al transcurrir los años, cuando poco a poco, la realidad de la vida y esos monstruos representados en situaciones difíciles te enfrentan a tomar decisiones y a utilizar tus poderes humanos, soñando siempre con lograr ese final feliz que de niño imaginabas.