viernes, 21 de septiembre de 2012

La pared invisible

Los periódicos y los adultos vivieron la época de las bombas en Medellín de una manera, con cifras y muertos. Yo, que tenía 10 años y aún vivía entre fantasías y miedos, la recuerdo tan diferente. 

La pared Invisible



Yo no podría haberlo sabido. La gente sí caminaba con más recelo, mirando alrededor en busca de personas extrañas, de objetos fuera de su lugar común. Todos llevábamos el pelo liso y teñido de claro, así lo tuviésemos negro en realidad.

Cada golpe seco, un libro que se caía de una estantería, un mesero que dejaba caer una bandeja, los sobresaltaba a todos. Eran los días de las bombas en Medellín, hace poco había estallado una en el Parque Lleras y meses atrás en El Centro Comercial El Tesoro, y sabíamos que eran ellas, las brujas. Pero, aunque saltábamos ante cualquier ruido y estábamos todo el tiempo preparados para correr, lo disimulábamos muy bien. Por eso fue que dejé que papá se alejara del grupo y que mi hermano Esteban se quedara atrás saludando un amigo. Así tenía que ser, disimular el miedo que corría por las venas de cada uno para poder continuar la vida, para evitar que ellas se tomaran los lugares más importantes para nosotros, la clase alta de Medellín.

Entonces la vi. El pelo crespo de color negro y una sonrisa naranja. No tuve tiempo para reaccionar, en un instante había caído, en medio de todos, un muro transparente. No lo podíamos ver, pero supimos que estaba allí por la fuerza en la que nos empujo al lado contrario. Un grito ahogado recorrió el centro comercial. De repente, la plaza más grande de Oviedo había quedado partida en dos. Nadie se movía. ¿Dónde está papá? ¿Dónde está Esteban? Agarré con más fuerza la mano de mamá.
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-          - Me he cansado de ustedes, ricachones malagradecidos – dijo con una voz tan aguda que los vidrios y las sonrisas todas se quebraron, mientras la bruja se elevaba en medio de la barrera invisible para quedar a la vista de todos –  y he querido jugar un poco.

De repente, una mujer intentó desesperada cruzar la barrera y al momento de hacerlo, una corriente de electricidad la volvió ceniza. Su grito quedó en el eco, y cuando se silenció, la bruja volvió a hablar.
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               -  Los he dividido en dos porque quiero matarlos, pero…  - guardó silencio y miró hacia nuestro lado, sus pupilas se clavaban en las mías – con matarlos a todos nadie sufre lo suficiente. Lo haré por partes, los del lado derecho - dijo señalándonos – tendrán que ver cómo voy matando uno por uno a los del lado izquierdo.

Con mis ojos de niña de 11 años vi como una madre intentaba alcanzar a su hijo de 2 años, que lloraba sentado al otro lado de la pared invisible. Yo solo me preguntaba por papá y Esteban, ¿dónde están?, ¿dónde están? Mamá no reaccionaba, le jalaba la mano y le intentaba hablar. Ella estaba quieta, con los ojos en blanco, mirando un punto fijo.

Levanté los ojos y seguí su mirada. Y allí, al otro lado de la pared, nos devolvían la mirada mi papá y mi hermano, apretando las manos igual que mamá y yo.