Los periódicos y los adultos vivieron la época de las bombas en Medellín de una manera, con cifras y muertos. Yo, que tenía 10 años y aún vivía entre fantasías y miedos, la recuerdo tan diferente.
La pared Invisible
Yo no podría haberlo sabido. La gente sí caminaba con más
recelo, mirando alrededor en busca de personas extrañas, de objetos fuera de su
lugar común. Todos llevábamos el pelo liso y teñido de claro, así lo tuviésemos
negro en realidad.
Cada golpe seco, un libro que se caía de una estantería, un
mesero que dejaba caer una bandeja, los sobresaltaba a todos. Eran los días de
las bombas en Medellín, hace poco había estallado una en el Parque Lleras
y meses atrás en El Centro Comercial El Tesoro, y sabíamos que eran ellas, las
brujas. Pero, aunque saltábamos ante cualquier ruido y estábamos todo el tiempo
preparados para correr, lo disimulábamos muy bien. Por eso fue que dejé que
papá se alejara del grupo y que mi hermano Esteban se quedara atrás saludando un amigo.
Así tenía que ser, disimular el miedo que corría por las venas de cada uno para
poder continuar la vida, para evitar que ellas se tomaran los lugares más
importantes para nosotros, la clase alta de Medellín.
Entonces la vi. El pelo crespo de color negro y una sonrisa
naranja. No tuve tiempo para reaccionar, en un instante había caído, en medio
de todos, un muro transparente. No lo podíamos ver, pero supimos que estaba
allí por la fuerza en la que nos empujo al lado contrario. Un grito ahogado
recorrió el centro comercial. De repente, la plaza más grande de Oviedo había
quedado partida en dos. Nadie se movía. ¿Dónde está papá? ¿Dónde está Esteban?
Agarré con más fuerza la mano de mamá.
-
- - Me he cansado de ustedes, ricachones
malagradecidos – dijo con una voz tan aguda que los vidrios y las sonrisas
todas se quebraron, mientras la bruja se elevaba en medio de la barrera
invisible para quedar a la vista de todos – y he querido jugar un poco.
De repente, una mujer intentó desesperada cruzar la barrera
y al momento de hacerlo, una corriente de electricidad la volvió ceniza. Su
grito quedó en el eco, y cuando se silenció, la bruja volvió a hablar.
-
- Los he dividido en dos porque quiero matarlos,
pero… - guardó silencio y miró hacia
nuestro lado, sus pupilas se clavaban en las mías – con matarlos a todos nadie
sufre lo suficiente. Lo haré por partes, los del lado derecho - dijo
señalándonos – tendrán que ver cómo voy matando uno por uno a los del lado
izquierdo.
Con mis ojos de niña de 11 años vi como una madre intentaba
alcanzar a su hijo de 2 años, que lloraba sentado al otro lado de la pared
invisible. Yo solo me preguntaba por papá y Esteban, ¿dónde están?, ¿dónde
están? Mamá no reaccionaba, le jalaba la mano y le intentaba hablar. Ella
estaba quieta, con los ojos en blanco, mirando un punto fijo.
Levanté los ojos y seguí su mirada. Y allí, al
otro lado de la pared, nos devolvían la mirada mi papá y mi hermano, apretando las manos igual que mamá y yo.